La elección de un regalo para el día del padre moviliza anualmente a una inmensidad de personas hacia la búsqueda de un perfume. Es un regalo comprometido, pensado y puede resultar un buen compañero si está bien elegido.
La gente los pide y suele seguir tendencias buscando regalar un objeto de lujo y de moda, pero si lo pensamos en profundidad, lo único que el consumidor intenta, es conseguir generar emoción en el agasajado.
Es importante saber que recordamos un 35% de lo que olemos, frente a un 5% de lo que vemos y un 3% de lo que escuchamos y la frase: “nada más lindo que saber que ese papá va a pensar en vos cada vez que use el perfume” no solamente es una frase bella de venta, sino que es un hecho real.
Los perfumes nos llegan mucho antes de lo que creemos. Actúan en el sector más primitivo de nuestro cerebro (el sistema límbico), que es el que antiguamente usábamos para detectar peligros y alimentos. Por esto, un olor puede producir efectos en nuestras emociones de modo irracional y sin lógica alguna (en lo personal, a mí el jazmín me genera alegría, porque me recuerda las visitas a la casa de mi abuela). Luego, nuestro cerebro transforma esa emoción hacia algo conocido, le da un nombre y la convierte en sentimiento.
Por todo esto muchas veces, es más fácil vender un perfume transmitiendo la emoción que va a provocar, que explicando su pirámide olfativa. Por ejemplo, muchos perfumes comparten entre notas de salida al limón, pero no todas refieren a la misma emoción, porque un perfume habla a través de la interacción de todas sus notas.
Yo soy una convencida de que la mejor manera de vender un perfume es presentarlo como un ALIADO, explicar que va a acompañar nuestras necesidades, que puede funcionar como herramienta antiestrés, como transmisor de energía o como compañero diario.
Qué perfume usa el padre habitualmente o qué tipo de personalidad, qué quisieran tus clientes que sientan tus padres son algunas de las preguntas que van a poder guiarte hacia una mejor venta.