Creer que durante el invierno las radiaciones solares dejan de ser nocivas, es un error muy común, cuyas consecuencias las termina pagando nuestra piel, especialmente la del rostro, que es la que permanece más expuesta.
“Aunque el sol no se sienta como en el verano, tenemos que seguir protegiéndonos de las radiaciones ultravioletas que no sólo envejecen prematuramente la piel, sino que también nos exponen a un mayor riesgo de cáncer cutáneo”, afirman en la Sociedad Argentina de Dermatología.
Para entender la situación, es importante saber que los temidos rayos ultravioletas se dividen en tres tipos: UVA, UVB, y UVC. Estos últimos son bloqueados por la capa de ozono; pero los dos primeros llegan a la tierra y afectan a la piel.
La radiación UVA compone el 95% del total. Estos rayos atraviesan los vidrios de las ventanas e incluso hasta la ropa ligera. Son indoloros (no generan molestia en el momento) pero penetran hasta las capas más profundas de la dermis, por lo que son causa de arrugas, manchas en la piel y fotoenvejecimiento. Además, son cancerígenos: pueden producir daños en el ADN de las células de la piel que deriven en melanomas. Es importante señalar que las radiaciones UVA tienen lugar durante todo el año, incluso en días nublados.
Por su parte, los rayos UVB representan el 5% de la radiación que llega a la Tierra. Son los responsables del bronceado, y también de las quemaduras de la piel. El 65% de los casos de cáncer cutáneo se produce por la exposición excesiva a este tipo de radiaciones.
Protección solar
Defender al rostro del fotoenvejecimiento y del peligro del cáncer es un objetivo que puede ser logrado mediante el uso de un protector facial adecuado. Ahora bien, ¿cómo determinar el tipo de protección? Aquí hay que considerar dos factores:
- La altitud. A mayor altitud, la atmósfera, que es la que absorbe las radiaciones ultravioletas, es más delgada. Por consiguiente, en la medida que subamos, la cantidad de radiación absorbida será mayor. Se estima que los efectos negativos de los rayos solares se incrementan 5% cada 300 o 400 metros.
- El reflejo. Todas las superficies reflejan las radiaciones solares nocivas. Algunas lo hacen en un grado mínimo, como el asfalto, que refracta hasta un 3% de las radiaciones que recibe. Pero otras superficies, como el césped, pueden llegar al 20%. Los casos más peligrosos son el agua y especialmente, la nieve. Quien visitó algún centro de esquí en época invernal sabe que los esquiadores profesionales suelen tener el rostro más bronceado que si estuvieran en una playa en verano. Eso se debe a que la nieve refleja hasta el 80% de las radiaciones solares. Por lo tanto, a no dudarlo: quienes pasen el invierno en lugares nevados, deben utilizar un protector facial con FPS 50.
Tips para recomendar
1- Se aconseja el uso de protectores solares de amplio espectro, es decir, que protejan contra las radiaciones UVB y UVA.
2- Para las pieles grasas o acneicas, es conveniente elegir las texturas fluidas y un efecto matificante. Para las pieles secas, las texturas en crema son las ideales.
3- A la hora de adquirir una crema fotoprotectora, conviene fijarse que cuente en su formulación con una pantalla física. A veces la protección está formada solamente por óxido de zinc, que difumina los rayos ultravioletas pero no los absorbe.
4- Cuidado con el sudor. La transpiración anula el efecto protector de las cremas solares, por lo cual en situaciones de mucho sudor conviene volver a aplicar al menos cada dos horas.
5- No descuidar el uso de protectores solares labiales. Con un FPS 30 suele ser suficiente.
Protección a medida
Los distintos tipos de piel permiten clasificar a las personas según su fototipo cutáneo, que indica el límite de tolerancia a la radiación ultravioleta. Podemos distinguir los siguientes:
Fototipo I. Piel muy clara, que no se broncea nunca y se quema con facilidad. Suele corresponder a los pelirrojos o a personas con ojos claros (azules o verdes) y pecas. Este tipo de piel precisa productos con FPS 50.
Fototipo II. También se queman con facilidad (tras 15 o 20 minutos de sol) pero en este caso se broncean ligeramente. Hace falta un PFS 30 o más.
Fototipo III. Suelen tener piel clara y cabellos castaños. Se broncean, pero gradualmente. Su piel todavía conserva cierta sensibilidad, aunque mucho menor que en los casos anteriores. Requieren un FPS entre 15 y 30.
Fototipo IV. Piel mediterránea, que presenta ya cierta pigmentación, la cual se vuelve más intensa con el bronceado. Si bien durante su vida cotidiana no corren grandes riesgos de quemaduras solares, es conveniente que utilicen algún grado de protección, aunque sea FPS 15, para evitar el fotoenvejecimiento.
Fototipo V. Piel morena, propia de ciertos lugares de Asia, como la India. Es raro que se quemen como consecuencia de la exposición solar (los eritemas pasan casi inadvertidos) y su bronceado es muy intenso, rápido y persistente. Igualmente, en momentos de exposición muy intensa o en horas del mediodía, un protector solar de bajo FPS puede contribuir a evitar el envejecimiento prematuro.
Fototipo VI. Son personas de piel muy oscura, con ojos y cabello oscuros, que no se queman ni modifican su tonalidad con el sol. No precisan protección, salvo que estén expuestas al sol directo muchas horas diarias.