Mirar a mamá puede ser cautivante, imaginen a un bebé mirando a su madre a los ojos mientras bebe de su pecho. Acariciar y recibir cariño de mamá también lo es, relaja y tranquiliza. Escuchar sus latidos también es algo íntimo y precioso que nos lleva de nuevo a la panza. Disfrutar de su mejor plato también es algo memorable.

Por supuesto.

Pero olerla...Poder sentir su perfume. O tener su perfume cuando ella no está. Todo ello pertenece al mundo de lo más bello, sensible y mágico que puede pasarnos.

Una mamá es muchas veces un refugio. Respirar a mamá implica tantas cosas hermosas. Respirar sus enseñanzas, respirar sus recuerdos, sus comidas, sus consejos. Nada más hermoso que respirar en su hombro, durante un abrazo, y coexistir en ese pedacito de aire entre su cuello y su cabello. El olor de mi mamá necesito recordarlo siempre. Cada vez que la quiero cerca o la necesito. Por eso insisto en que no es algo poco importante lo que les regalamos en su día.

Los perfumes son la mejor opción. Porque a ellas les encantan y nosotros registramos momentos en el idioma del olfato, que es el más poderoso y memorable que tenemos.

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